El amor eterno de Jade
En la ciudad de luces donde los secretos y las posibilidades parecían palpables, nuestros ojos se encontraron. No fue un encuentro premeditado, sino que el destino tenía otros planes. La primavera había esparcido su hechizo sobre París, y yo, me perdía entre las calles adoquinadas. El aire estaba impregnado de café y croissants recién horneados. Me detuve frente a una encantadora librería que se alzaba como un refugio para los amantes de las palabras. Sus estanterías, curvadas por el peso de los siglos, albergan tesoros literarios: volúmenes antiguos con lomos desgastados, manuscritos que susurran historias olvidadas y mapas que trazan rutas hacia mundos imaginarios. El suave aroma a tinta y papel impregna el aire, como un abrazo cálido de la memoria. La luz del atardecer se filtra a través de los cristales, pintando matices dorados en las páginas amarillentas. Los libros parecen cobrar vida, sus personajes danzan entre las líneas, y los secretos se esconden en los márgenes. Y allí v