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Corazón Vacío

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En las frías noches de invierno, cuando el viento aúlla a través de las calles desiertas, su corazón se siente como un abismo sin fondo. La traición aún arde en sus venas, y la soledad se cierne sobre ella como una sombra implacable. Pero en ese oscuro rincón de su alma, también arde una chispa de determinación. Ha jurado no volver a ilusionarse, pero ¿será capaz de mantener esa promesa cuando el pasado regrese a su puerta?  La noche se cernía sobre la ciudad, y las luces parpadeantes de los edificios parecían titilar en sintonía con el latido doloroso de su corazón. El apartamento estaba sumido en un silencio sepulcral, solo interrumpido por el ocasional aullido del viento. Allí, en la penumbra, ella se sentía como un náufrago en un mar de desilusión. Había sido traicionada. El amor que creía suyo se había esfumado, dejándola con un corazón vacío. Las palabras de la otra voz aún resonaban en su mente: “No te ilusiones más con él. Ya no va a volver”. ¿Cómo podía ser tan cruel el destin

Descubriendo Mi Ventana de Johari: Un Viaje de Autoconocimiento

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A través de la Ventana El aula estaba sumida en un silencio expectante. El profesor Francesc, con su barba canosa y ojos brillantes, se acercó al pizarrón, y escribió "La ventana de Johari". Los alumnos de primero de Bachillerato se preguntaron qué le depararía esta nueva lección. Pero hoy, no se trataba de números o algoritmos; hoy, el profesor de matemáticas iba a abrir una ventana diferente, una ventana que revelaría más sobre Itzan de lo que él mismo imaginaba. Itzan se sentó en su pupitre, con su cuaderno y lápiz en mano. El profesor Francesc comenzó a hablar con una calma que inspiraba confianza. “Queridos alumnos”, dijo el profesor, “hoy vamos a explorar algo especial: la Ventana de Johari. Es como mirar a través de un cristal transparente hacia tu interior y hacia los demás. ¿Estáis listo?” Itzan asintió, intrigado. El profesor dibujó una ventana imaginaria en el pizarrón, dividiéndola en cuatro cuadrantes: Área Pública: Aquí están las partes de ti que todos ven. Tus

El Espejo de la Serenidad

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La Transformación de Martín En un rincón olvidado de las montañas, donde el viento susurraba secretos ancestrales y los árboles parecían custodios de historias perdidas, habitaba el anciano Elías. Su rostro, surcado por el tiempo como las vetas de un antiguo roble, emanaba una serenidad que atraía a los curiosos y a los buscadores de respuestas. Elías no era un hombre común. Sus ojos, profundos como pozos de sabiduría, escudriñaban el mundo con una calma que desafiaba el ajetreo cotidiano. Se sentaba en un banco de madera, tallado por manos que ya no recordaban su origen, y observaba el ir y venir de la gente. A veces, su mirada se perdía en el horizonte, como si buscara respuestas en las nubes o en las hojas que danzaban al compás del viento. Un día, un joven llamado Martín se acercó al anciano. Martín era impulsivo y siempre estaba envuelto en discusiones. Elías lo miró con calma y le ofreció su espejo. “Mírate”, le dijo. “¿Qué ves?” Martín se miró en el espejo y vio su rostro enroje

De la derrota a la gloria: cómo Jeran y Leo se coronaron campeones de pádel

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Jeran era un chico que amaba el pádel, pero que se desanimaba cuando perdía.  Un día, su monitor Xavi le dio un consejo que cambió su actitud y su juego. Desde entonces, Jeran se convirtió en un campeón del pádel, no porque ganara siempre, sino porque nunca se daba por vencido. Jeran tenía 13 años y le gustaba jugar al pádel. Entrenaba dos días a la semana con sus tres monitores: Xavi, Ángel y Sito. Cada uno le enseñaba algo diferente: Xavi le ayudaba con la técnica, Ángel con la táctica y Sito con la condición física. Jeran disfrutaba mucho aprendiendo de ellos, pero tenía un problema: se frustraba cuando perdía. Jeran era muy competitivo y quería ganar siempre. Cuando jugaba un partido, se ponía nervioso y se exigía demasiado. Si fallaba un golpe o cometía un error, se enfadaba consigo mismo y perdía la concentración. Si el resultado era adverso, se desanimaba y perdía la confianza. Un día, Jeran en uno de los partidos en los que participaba de un torneo de pádel con su compañero Leo

El sueño de Íryan, si crees en ti, todo es posible.

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Íryan siempre había soñado con ser flautista, pero tenía miedo de actuar en público.  Sufría de ansiedad escénica, y se ponía nerviosa y temblorosa cada vez que tenía que tocar delante de alguien. Pero Íryan no se rendía, y seguía practicando en su habitación, escuchando discos de sus ídolos, y ahorrando para pagar clases particulares. Un día, se enteró de que había una audición para una prestigiosa orquesta sinfónica, y decidió presentarse. Sabía que era una oportunidad única, y que tenía que superar su miedo. Se preparó durante semanas, ensayando una pieza que había compuesto ella misma, y eligiendo un vestido que le hacía sentir elegante y segura. El día de la audición, llegó al auditorio con nervios y emoción. Había cientos de aspirantes, y solo unos pocos serían seleccionados. Íryan se sintió intimidada por el nivel de los demás, pero no se dejó amedrentar. Se dijo a sí misma que era su momento, que tenía que confiar en su capacidad, que tenía que creer en su sueño. Cuando le tocó