El "Club de la Noche" monólogo sobre nuestra voz interior

Bienvenidos al “Club de la Noche”, un rincón en Barcelona donde el humor se encuentra con el arte y la cultura.


Entre luces tenues y murmullos de conversaciones intrigantes, se reúnen mentes brillantes en busca de una risa inteligente. 


Buenas noches, soy Javier Montes, y esta noche les ofrezco un monólogo que va más allá de las simples carcajadas.

Hablemos de esa voz interior, ese crítico personal que todos llevamos dentro. ¿No es curioso cómo nos permitimos decirnos cosas que jamás toleraríamos de otra persona? 

Si mi amigo me dijera que soy un desastre cada vez que se me cae una cucharilla al suelo, probablemente ya no compartiríamos café.


Pero ahí estamos, frente al espejo, diciéndonos “¿En serio vas a salir así?” o “Vaya día llevas, campeón”. Y nuestro cerebro, ese fiel archivista, no distingue entre sarcasmo y realidad. Se lo tragará todo, como un espectador crédulo en la primera fila de este club.

Así que propongo un brindis por ese amigo que somos para nosotros mismos. Levantemos la copa por cada vez que nos hemos levantado después de tropezar, por cada pequeño éxito que no celebramos porque estábamos demasiado ocupados autocriticándonos.


Hablando de amigos, se dice que el perro es el mejor amigo del hombre pero, ¿Alguna vez han visto a un perro perseguir su propia cola? Gira y gira, convencido de que esta vez sí la atrapará. Nuestro cerebro a veces es como ese perro, atrapado en un bucle de pensamientos negativos que, aunque sabemos inútiles, seguimos persiguiendo.

Pero, ¿y si aprendemos de nuestras mascotas? Ellas se sacuden el estrés con una siesta o un buen estiramiento. Quizás deberíamos tomar nota y perseguir la felicidad con la misma determinación.


Y que felices se les ve cuando toman la siesta, me imagino que soñarán. Yo soy de los que piensan que los sueños son el teatro del cerebro, donde cada noche se representa una obra más absurda que la anterior. Soñamos que volamos, que llegamos tarde a un examen de una asignatura que no existe, o que nuestro jefe se ha convertido en un flamenco rosa.

Estos sueños no tienen sentido, pero nos recuerdan que la realidad, a veces, tampoco lo tiene. Así que, ¿por qué no reírnos de las incongruencias de la vida? Al fin y al cabo, reír es el mejor remedio para el alma.

Y es que muy bien no estamos, ayer mismo en el supermercado, vi a un hombre hablando con las lechugas. Sí, con las lechugas. Les decía: “¿Cuál de ustedes quiere venir a casa conmigo hoy?” Y me hizo pensar, ¿no es eso lo que hacemos todos cuando nos enfrentamos a decisiones?

Consultamos con nuestro interior, buscando la opción que nos hará sentir mejor. Aunque no hablemos con vegetales, la idea es la misma: escuchar a nuestro cerebro y corazón para encontrar nuestro bienestar emocional.

Y así, entre mascotas juguetonas, sueños disparatados y conversaciones con lechugas, nos damos cuenta de que la clave de la felicidad podría estar en simplemente tomarnos la vida con un poco más de humor. Porque al final, lo que importa no es lo que nos dice esa voz interna, sino cómo elegimos responderle. Con una sonrisa, siempre con una sonrisa.

Hablando de lechugas, pasemos al tema del peso. Todos conocemos a alguien que se ha propuesto perder unos kilos. Tengo un amigo que es muy feliz, y que con el tema del peso siempre dice: “Mi objetivo era perder 5 kg, pero me he quedado a 8 de conseguirlo”. Y es que, a veces, nuestro cerebro es como una balanza desajustada, nos pesa más lo que nos decimos que lo que realmente comemos. Así que, ¿por qué no aligeramos esa carga?

Empecemos por reírnos de esos objetivos que se nos van de las manos, como un helado que se derrite antes de darle el primer bocado.

La importancia de reírse de uno mismo es como una dieta equilibrada para el alma. Si aprendemos a tomarnos a broma, a ver el lado cómico de nuestros tropiezos, estaremos nutriendo nuestro bienestar emocional. Al fin y al cabo, ¿qué mejor manera de mantener un peso saludable en nuestra autoestima que con una buena dosis de humor?

Y aquí llegamos al plato fuerte: las emociones y cómo afectan nuestra percepción del mundo. Lo que nos decimos puede colorear nuestra realidad como unas gafas de sol teñidas. Si nos decimos que todo está perdido, incluso un día soleado parecerá gris. Pero si cambiamos el guion de ese monólogo interno, si nos hablamos con amabilidad y optimismo, el mundo se ilumina.

Es como encontrar un billete en el bolsillo de un abrigo viejo, una sorpresa agradable que nos estaba esperando.


Y para terminar, ... otras se me ha olvidado, a sí, hablemos de esa memoria que parece tener vida propia. Se nos olvidan las llaves, el móvil, la cartera… y no, no es la edad. ¿Acaso no se nos olvidaban las cosas cuando éramos adolescentes? El problema no es lo que olvidamos, sino cómo nos tratamos por ello. En lugar de regañarnos, ¿qué tal si nos reímos de esos despistes?

Después de todo, son la excusa perfecta para conocer a tu vecina y pedirle que te deje llamar a un cerrajero.


Así que, amigos del “Club de la Noche”, recordemos que las palabras tienen peso, las emociones colorean nuestra visión, y la memoria… bueno, la memoria es como ese par de calcetines desparejados en el cajón: nunca sabes cuándo vas a necesitar uno. 

Mantengamos la ligereza, la autoironía y la amabilidad en nuestro diálogo interno, y veremos cómo el mundo se convierte en un lugar más amable y divertido. ¡Salud por eso!

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