Amanecer de Vidas Paralelas

Cuando los primeros albores del día se entrelazan con el destino, dos almas en paralelo descubren que sus caminos están a punto de converger en el tren de la aurora.

El cielo aún palpitaba con estrellas cansadas cuando Adrián abordó el tren, su santuario matutino de acero y esperanzas. Frente a él, Clara, una silueta inmersa en un mar de palabras impresas, parecía una isla ajena a la corriente humana que la rodeaba. Cada uno en su mundo, separados por un océano de silencio y rutina.

Fue entonces cuando Don Luis, un hombre cuyos años se reflejaban en su andar pausado, irrumpió en la escena con un cesto de manzanas, rojas como los primeros rayos del sol. Con una sonrisa que contaba historias de tiempos más gentiles, ofreció una a Adrián.

  • Don Luis: (con voz serena) Toma, joven. Que el sabor de esta manzana te recuerde que aún hay dulzura en el mundo. 
  • Adrián: (recibiendo la fruta con respeto) Gracias, es usted muy generoso.

Inspirado por la generosidad de Don Luis, Adrián se levantó y cedió su asiento a una mujer embarazada que acababa de entrar. Con la manzana aún en mano, se acercó a un grupo de niños que observaban la escena con ojos curiosos.

  • Adrián: (extendiendo la manzana) ¿Qué les parece si compartimos esta manzana? Así todos tendremos un buen inicio de día. 
  • Niños: (con entusiasmo) ¡Sí, gracias!

La risa de los niños se esparció como una melodía, y uno de ellos comenzó a tararear una canción. La música se deslizó por el vagón, y uno a uno, los pasajeros se sumaron al coro improvisado. Clara, cautivada, cerró su libro y observó la escena con una sonrisa.

  • Clara: (dirigiéndose a Adrián) Nunca había visto algo así en este tren. Has creado un pequeño milagro matutino. 
  • Adrián: (con una sonrisa modesta) Solo he compartido lo que me dieron. A veces, un pequeño gesto puede iluminar el día.

La conversación entre Adrián y Clara fluyó naturalmente, como si las palabras fueran hilos que tejían un puente entre sus mundos. Mientras tanto, la mujer embarazada, ahora cómodamente sentada, observaba la interacción con una sonrisa.

  • Mujer Embarazada: (interviniendo suavemente) Perdonen que los interrumpa, pero no puedo evitar decirles que hacen una pareja encantadora. 
  • Clara: (sonrojándose ligeramente) Oh, no, no estamos juntos. 
  • Adrián: (mirando a Clara) Aún no, pero el destino a veces es un tejedor habilidoso.

El tren continuaba su viaje, meciéndose suavemente sobre las vías mientras el amanecer se desplegaba en todo su esplendor. Adrián y Clara, ahora sentados uno al lado del otro, comenzaron a charlar con la familiaridad de dos viejos amigos que se encuentran después de mucho tiempo.

  • Adrián: (con una sonrisa) Por cierto, me llamo Adrián. Estudio Ingeniería Informática. 
  • Clara: (respondiendo con una sonrisa similar) Encantada, Adrián. Soy Clara, y estoy en Bellas Artes. ¿No es curioso que nunca nos hayamos visto antes en el campus? 
  • Adrián: (asintiendo) Sí, es extraño. ¿Tienes clases con el profesor Gutiérrez? 
  • Clara: (sorprendida) ¡Sí! La asignatura de Historia del Arte Contemporáneo. ¿También lo tienes tú? 
  • Adrián: (riendo) En efecto. Es un mundo pequeño.

Mientras conversaban, el tren se detuvo en una estación intermedia. Un hombre de mediana edad, que había estado observando la escena con una sonrisa, se levantó para bajar.

  • Hombre: (dirigiéndose a los jóvenes) Ha sido un placer escuchar su conversación. Les deseo un día lleno de descubrimientos y alegrías.
  • Pasajera Mayor: (con voz dulce) Que tengan un excelente día en la universidad, jóvenes. 
  • Niños: (corriendo hacia la puerta) ¡Adiós, señor Adrián y señora Clara!

Mientras conversaban, una familia con niños pequeños entró en el vagón, mirando alrededor en busca de asientos libres. Sin dudarlo, Adrián y Clara se pusieron de pie, ofreciendo sus lugares.

  • Clara: (a la familia) Por favor, tomen nuestros asientos. Viajar con niños siempre es un desafío.
  • Madre: (agradecida) Oh, muchas gracias. Es muy amable de su parte.

Adrián y Clara continuaron su charla de pie, sosteniéndose de las barras del tren mientras compartían risas y anécdotas sobre sus experiencias universitarias. La conversación fluía naturalmente, y los pasajeros a su alrededor no podían evitar sonreír ante la jovialidad de los jóvenes.

De repente, el tren dio un brusco frenazo. Adrián, que estaba más cerca de Clara, perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, llevándose a Clara en su caída accidental. Ambos terminaron en el suelo, uno encima del otro, rodeados de las risas contenidas de los pasajeros.

  • Adrián: (sonrojado y apresurándose a levantarse) ¡Lo siento mucho, Clara! ¿Estás bien? 
  • Clara: (riendo mientras se ponía de pie) Estoy bien, no te preocupes. Fue un accidente.

El incidente rompió el hielo aún más, y mientras se acomodaban, un pasajero mayor se acercó a ellos.

  • Pasajero Mayor: (con una sonrisa) No todos los días se ve una caballerosidad tan… dinámica. 
  • Adrián: (con una risa nerviosa) Bueno, supongo que hay primeras veces para todo.

El tren de la aurora retomó su marcha, y Adrián y Clara, aún sonrientes por el inesperado tropiezo, se encontraron de nuevo en el centro de una red de interacciones que se extendía por todo el vagón.

  • Adrián: (con una sonrisa) Bueno, eso fue un comienzo interesante para el día. 
  • Clara: (riendo) Definitivamente. Y parece que no somos los únicos que han tenido un viaje movido.

Justo en ese momento, una señora mayor que había presenciado la caída se acercó a ellos.

  • Señora Mayor: (con amabilidad) Jóvenes, ¿están bien? Fue un frenazo bastante brusco. 
  • Clara: (agradecida) Sí, estamos bien, gracias por preguntar. 
  • Adrián: (dirigiéndose a la señora) Agradezco su preocupación. ¿Y usted está bien? 
  • Señora Mayor: (asintiendo) Sí, gracias. Estos trenes siempre nos dan sorpresas.

El tren de la aurora, aún tembloroso por el frenazo, se llenó de un caos ordenado mientras Don Luis, con su cesto ahora volcado, corría tras sus manzanas fugitivas. Adrián y Clara, se encontraron con una manzana rodando hasta detenerse junto a ellos.

  • Adrián: (riendo mientras recoge la manzana) Parece que Don Luis nos ha enviado una más para la colección. 
  • Clara: (uniéndose a la recolección) ¡Vamos a ayudarlo a recogerlas todas!

La señora mayor, que había mostrado preocupación por ellos, se agachó para recoger una manzana cercana.

  • Señora Mayor: (con una sonrisa) Este tren nunca deja de sorprendernos, ¿verdad?

Mientras tanto, Don Luis, con una mezcla de apuro y diversión, recogía sus manzanas dispersas, agradeciendo a cada pasajero que le tendía una.

  • Don Luis: (agradecido) ¡Gracias, amigos! Estas manzanas son traviesas hoy.

Los pasajeros, movidos por el espíritu de comunidad que Adrián y Clara habían inspirado el día anterior, se unieron al esfuerzo. Un joven estudiante se acercó a ellos con un puñado de manzanas.

  • Estudiante: (entregando las manzanas) Aquí tienen, creo que estas son las últimas.

Con el cesto de Don Luis nuevamente lleno y el orden restaurado, el tren se acercaba a su parada final. Los pasajeros comenzaron a prepararse para bajar, y en ese momento de camaradería, se despidieron con sonrisas y buenos deseos.

  • Pasajero Casual: (sonriendo) Que tengan un excelente día, y espero que sea tan fructífero como este cesto de manzanas.

Adrián y Clara, ahora de pie y con una manzana en la mano como recuerdo de su aventura, se dirigieron hacia la salida del tren.

  • Clara: (mirando la manzana) Creo que esta será mi desayuno. ¿Quién necesita café después de un inicio de día así? 
  • Adrián: (con una sonrisa) Definitivamente, es una mañana para recordar.

Al bajar del tren, se dirigieron hacia la universidad, charlando y compartiendo la manzana, mientras el tren de la aurora se alejaba, dejando atrás un vagón lleno de historias entrelazadas y corazones más cálidos.


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