La lista de Ana y Pablo
Vivir por dos: la historia de Ana y Pablo
Durante su adolescencia de vez en cuando cuando se reunían revisaban la lista, y la iban actualizando al mismo tiempo que su amistad seguía creciendo. Sin embargo, nunca habían cumplido ninguna de las cosas de la lista. Siempre habían encontrado una excusa, un obstáculo, una prioridad. Siempre habían pensado que tenían tiempo, que ya lo harían más adelante, que no era el momento.
Un día, Ana recibió una noticia que le cambió la vida: su mejor amigo Pablo, había muerto en un accidente de moto. Ana se quedó en shock, no podía creerlo. ¿Cómo era posible? ¿Por qué a él? ¿Qué iba a hacer? Ana se sumió en una profunda tristeza, y se aisló del mundo, sin querer ver a nadie. Se sentía culpable, vacía, perdida. Se sentía como si hubiera perdido una parte de sí misma, como si hubiera perdido su vida.
Cuando fue a dar el pésame a los padres de Pablo, la madre de Pablo madre le sacó una caja, una caja con fotos de la infancia y donde además había unas hojas muy antiguas y muy dobladas, ... era la lista de cosas que querían hacer juntos cuando fueran mayores. Ana la había olvidado por completo, y al verla, se le saltaron las lágrimas. Al leerla, Ana sintió una mezcla de nostalgia, de ilusión, de arrepentimiento. Se dio cuenta de que aún tenía muchas cosas por hacer, muchas cosas por vivir, muchas cosas por disfrutar. Se dio cuenta de que no quería rendirse, de que quería luchar, de que quería aprovechar el tiempo que le quedaba. Recordó la frase que Pablo le había dicho una vez:
“No cuentes los días, haz que los días cuenten”.
Ana decidió hacer un cambio radical en su vida. Decidió cumplir con lo que habían escrito en la lista, o al menos intentarlo. Decidió dejar su trabajo, vender su casa, deshacerse de sus cosas. Decidió viajar por el mundo, aprender a tocar el piano, saltar en paracaídas, escribir un libro, adoptar un perro. Decidió reencontrarse con su familia, con sus amigos, con su amor. Decidió ser feliz, ser valiente, ser libre. Decidió vivir, y no solo sobrevivir.
Ana ya de mayor no sabía cuánto tiempo le quedaba, pero no le importaba. Sabía que cada día era un regalo, una oportunidad, una aventura. Sabía que cada día contaba, y que cada día lo hacía contar. Sabía que cada día era una historia, y que cada historia era suya. Ana había cumplido su lista y con la promesa que hizo a pablo, y había cumplido sus sueños.
Ana había vivido, y había hecho que su vida valiera la pena.
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